Raúl Wiener
POLITIKA Analista
DEBATE EDUCATIVO EN EL CONGRESO
El teorema imposible del debate del otro día durante la interpelación a la ministra de Educación, es el que plantea que la encargada del sector ha fracasado en resolver la huelga de dos meses, que tiene paralizadas a varias regiones y que excluye la posibilidad de dialogar con sus líderes, como si hacerlo fuera dar un paso a la conciliación con el “terrorismo”.
¿Cómo se resuelve una huelga sin negociar con sus actores principales? Habría que preguntarle a Mulder que juega denunciar la inoperancia de la titular de una de las pocas carteras que todavía no capturó Castilla y en denunciar como un vulgar soplón cualquier aproximación aunque sea indirecta al Conare, que es el que tiene la llave del conflicto.
Algo más notorio es que buena parte del debate parlamentario versó sobre los aumentos postergados para el 75% del magisterio (inteligente política de premiar el “mérito” inventada por García que abría una brecha insalvable entre sectores del mismo conjunto laboral), sobre el incumplimiento de la ley del 30% por preparación de clases y otros puntos de la plataforma de huelga. En otras palabras las demandas eran básicamente justas, pero los reclamantes se habían buscado unos dirigentes que suscitaban las mayores resistencias y confundían lo gremial con lo político, en su expresión más extrema.
Pero lo peor era que nadie parecía darse cuenta de las contradicciones. Y hasta hubo sitio para que Kenji insultara al magisterio e hiciera recordar a todo el mundo que él y sus hermanos gozaron de una modalidad singular de “Educación pública”, cuando con fondos del Estado se costeó sus estudios en los Estados Unidos, seguro porque su padre había colocado la Educación peruana en una posición en la que uno podía triunfar en la vida con asistir a una escuela fiscal, de esas que Fujimori inauguraba todos los días y que después se caían por mala edificación y se mantenían estancadas en la más baja mediocridad por falta de apoyo estatal para que los maestros pudieran cumplir su labor.
La frase repetida por varios congresistas como si se tratara de un código de identidad, según la cual “todos sabemos” que ninguno de los presentes en el hemiciclo tenía a sus hijos en la Educación pública, casi que resume el drama de la discusión. Los miembros del Congreso, especialmente los de Lima y de algunas capitales departamentales, asumen que en el debate educativo están hablando de la Educación de un tercero; e imaginan que sus hijos pueden ser convertidos a la violencia a través de las clases . Los provincianos que vienen del país profundo, que los hay, y que seguramente pasaron por la Educación estatal, también callan, porque el reacomodo ya se empezó a imponer en sus vidas y es muy probable que sus hijos ya se hayan reubicados en colegios de paga limeños.
La Educación efectivamente separa a los peruanos en diversas clases sociales: Educación privada de alto costo, de costo medio y bajo costo, Educación pública y la variante que quiso incorporar García del colegio para chicos de alto rendimiento. En esta tendencia de fragmentación, lo que se discute es la gran masa de maestros y alumnos de la Educación pública, que no tienen futuro como congresistas y altos políticos. Esta masa asusta, como todas las masas, sobretodo cuando no se las entiende.
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